Está claro que nunca llueve al gusto de todos…a lo largo de los años han sido infinidad las ocasiones en las que padres y madres me han expuesto sus reticencias a que los hijos tengan que ser escuchados por un juez, lo que técnicamente se llama “exploración de los menores” hasta el punto de que, a veces, he visto a padres y madres renunciar a defender ante el Juzgado aquello que sobre el papel les pertenecía con tal de evitar este trago a sus hijos y es que aunque tenemos jueces estupendos que logran que su “encuentro” con los niños no resulte en absoluto traumático también es cierto que a veces, la falta de medios, la sobrecarga de trabajo, la falta de especialización, etc lleva a que en algún juzgado la exploración de los niños no se lleve a efecto con la delicadeza que se debiera y se convierta en una vivencia muy desagradable que hay que añadir a la ruptura de la familia que es lo que lleva al niño a estar allí, por eso entiendo yo que cualquier padre y cualquier madre evitaría la práctica de esta prueba salvo en aquellos supuestos en que sea realmente inevitable y el único modo de acreditar aquello que una parte defiende. Pues bien hoy leí un auto del Tribunal Supremo en el que se resuelve un recurso de casación y otro extraordinario por infracción procesal en un supuesto en el que una madre propone como prueba la exploración judicial de sus hijos en un divorcio en el que no se discute la custodia que el entonces esposo conviene en que se le otorgue a ella, ante la declaración de impertinencia de la citada prueba por parte del juzgado la madre de los niños recurre en todas las instancias en las cuales a su vez se le desestiman sus recursos por considerar que la prueba era innecesaria y que no existe discusión alguna en el proceso que justifique que el juez tenga que llevar a efecto la citada exploración judicial. Habiendo visto, como he dicho, a tantas mamás y a tantos papás disgustarse al saber que sus hijos van a ser escuchados en el proceso me ha resultado realmente llamativo que una madre mantenga esa firmeza en las decisión de involucrar a sus hijos en el pleito aún a sabiendas de que nada de lo que ellos digan va a cambiar el resultado del proceso.